La fecha
fue elegida desde el movimiento Occupy Monsanto, de Estados Unidos,
donde la empresa tiene su mayor número de sedes. En los demás países en
los que se hizo oír el repudio fueron convocados por organizaciones
sociales, movimientos campesinos, partidos políticos, ciudadanos
preocupados por la salud, activistas de la vida.
El 17S reunió a miles
de personas en las principales ciudades de Estados Unidos, Argentina,
Paraguay (donde se relaciona a la empresa directamente con la
destitución de Fernando Lugo), Canadá, Alemania, Filipinas, Ecuador,
Brasil, Perú, Japón, España, India, Polonia, entre otros.
Las
redes sociales jugaron un papel muy importante. Jimena Romero,
integrante del colectivo
Millones contra Monsanto, uno de los que
realizó la convocatoria a través de Facebook en Argentina y que reunió a
miles de personas en
más de diez ciudades del país, contó cómo lograron
la difusión del evento a través de las redes sociales:
“Millones contra
Monsanto es parte de una movida mundial que empieza con Occupy Monsanto
y que en Argentina comenzó recién en septiembre. A partir de los
anuncios de la nueva planta en Córdoba, el juicio histórico de las
Madres de Ituzaingó y todo el conocimiento que se empezó a tomar sobre
lo que era la empresa en Latinoamérica logró mucha repercusión y fue muy
importante la convocatoria. Empezamos a trabajar dos meses antes, pero
se fue organizando sola. Fue espontánea a través de las redes sociales,
se fueron organizando diferentes colectivos, ambientalistas, asambleas,
personas. Desde partidos políticos como Proyecto Sur en Chaco, o en
Bahía Blanca donde lo organizó un fotógrafo con una importante puesta en
escena”.
Rosario no fue la excepción y así fue que
el
Monumento a la Bandera abrigó a varias decenas de personas que se
acercaron a repudiar el “comportamiento criminal” de la multinacional,
como define su accionar la periodista francesa Marie-Monique Robin,
autora del libro y documental “El mundo según Monsanto”.
Dieron su
presente el colectivo Paren de Fumigar, Conciencia Solidaria,
organizaciones estudiantiles, ambientalistas y ciudadanos conscientes
del poder de esta empresa. La convocatoria no fue masiva como sí lo fue
en otras ciudades, como Córdoba, a pesar de la cercanía con el problema.
La provincia de Santa Fe es un claro ejemplo de la sojización, el uso
de agrotóxicos y los problemas que derivan de su uso. Una de las razones
fue la “falta de organización”, según dijeron algunos autoconvocados a
metros del río Paraná. Lo cierto es que muy pocas personas tienen
conocimiento acerca de qué es Monsanto y por qué se la debe expulsar
“del mundo”, como rezaban algunas pancartas. En el Monumento a la
Bandera no hubo una sola cámara, un micrófono o una voz de algún medio
masivo, sólo medios alternativos. Los medios de comunicación
son cómplices del silencio. Mucho se habló durante esas semanas de los
cacerolazos. Diarios, programas de televisión, radios, redes sociales,
no hacían otra cosa que mostrar de un lado y de otro si eran legítimos
los reclamos o sólo un grupo de desestabilizadores.
Un doble relato,
simple, al que nos tienen acostumbrados los medios. Pero de las
movilizaciones contra Monsanto ni una palabra. Como también nos tienen
acostumbrados cuando se trata de este tipo de reclamos. Ni a los medios
oficialistas, ni a los opositores les conviene hablar. Son los que se
benefician con estas políticas, y ahí hay consenso.
Desde
Millones contra Monsanto afirman que este accionar “era previsible”, ya
que los medios afines al gobierno no lo muestran por obvias razones:
“Están cerrando negocios que le permitirán financiar parte de la
inminente crisis, aunque es un suicidio parar la crisis así, porque lo
que se hace es hipotecar a las próximas generaciones y enfermar a la
actual”. Por otro lado,
los medios opositores son los que “en su
mayoría, tienen intereses creados con los agronegocios”.
Acciones programadas para diciembre
A través de las redes sociales, Millones contra Monsanto lanzó una
convocatoria:
organizar un “mega evento” para decir “Fuera Monsanto”
para diciembre. La fecha elegida para la convocatoria argentina en
Buenos Aires fue el 2D.
Nuevamente, frente a las oficinas de
Monsanto, en la Plaza San Martín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires,
se reunirán en repudio al accionar criminal de la empresa, al uso de
agrotóxicos y para repudiar el proyecto para una nueva ley de semillas,
que ya se conoce como “Ley Monsanto”. Además habrá música en vivo,
talleres, charlas, ferias, intercambio de semillas, murales, fotos,
stands de asambleas y proyecciones.
La iniciativa fue bien
recibida y ya se organizaron varias ciudades principales del país para
repetir la convocatoria que, además,
tiene como objetivo concientizar,
visibilizar y acercarle la problemática a muchas personas que desconoces
de qué se habla, cuando se habla de Monsanto.
La firma: el comienzo del mal
El lunes
25 de marzo de 1996 se aprobó el expediente que iba a
modificar radicalmente la estructura agropecuaria de Argentina. Luego de
un trámite que sólo llevó 81 días,
el secretario de Agricultura Felipe
Solá firmó la resolución 167 que autorizó la producción y
comercialización de la soja transgénica, con uso de glifosato. El
expediente tiene apenas 136 folios, de los cuales
108 pertenecen a
informes presentados por la misma multinacional estadounidense. “Ese
trabajo está en inglés y en el apuro por llegar a una decisión
predeterminada, la Secretaría de Agricultura ni siquiera dispuso su
traducción al castellano. Se titula ‘Safety, Compositional, and
Nutricional Aspects of Glyphosayte-tolerant Soybeans’ y ocupa del folio 2
al 110 del expediente.
Solá se apresuró a firmar la autorización el
mismo día en que los organismos técnicos plantearon serias dudas acerca
de sus efectos sobre la salud y solicitaron informes sobre el estado de
las autorizaciones en Europa”, relató Horacio Verbitsky en una nota de
Página/12 hace unos años. El periodista Darío Aranda realizó
un informe 15 años después de que se aprobara el uso de la soja RR y de
su acompañante: el Roundup, producto a base de glifosato. Científicos de
distintas disciplinas tuvieron la posibilidad de leer el expediente y
estudiar las pruebas sobre la supuesta inocuidad del cultivo.
“De la
lectura se confirma que la autorización carece de estudios sobre efectos
en humanos y ambiente, la información es incompleta y tendenciosa, y
cuestionaron que el Estado argentino no haya realizado investigaciones
propias y tomara como propios los informes presentados por la parte
interesada (la empresa Monsanto)”, afirmó Aranda.
En otro
informe también realizado por Darío Aranda se puede ver como creció el
cultivo de la soja: desde
1996 el área sembrada aumentó en 25 millones
de hectáreas en 14 años. En 1991 se sembraron 5 millones de hectáreas
son soja, en 2010 fueron 19 millones.
Plan Estratégico Agroalimentario (PEA 2020)
En septiembre de 2011, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner
presentaba en Tecnópolis el Plan Estratégico Agroalimentario, un
programa detallado de metas gestado por el gobierno nacional, las
provincias, empresas y académicos que se fija como objetivo, entre otros
puntos, aumentar un 60 por ciento la producción granaria: pasar de las
100 millones de toneladas, la mitad es soja, a 160 millones para 2020.
Lo que no dijo la presidenta cuando presentó con orgullo las metas que
“impulsarán al país como potencia alimentaria” es quiénes pierden. Para lograr ese crecimiento productivo se debe usar cada vez más
tecnología:
organismos modificados genéticamente, más herbicidas,
insecticidas, agrotóxicos. Y además correr la frontera agropecuaria aún
más, avanzar sobre nuevos territorios. Como siempre, para esto,
quienes
pierden son los campesinos e indígenas que aún resisten a un modelo
feroz. Como consecuencia también se sigue con los desmontes.
“Yo le comentaba –y la gente de Monsanto no lo sabía– que tenemos una
Patagonia, en la cual algún productor argentino tiene producción, por
ejemplo, forrajera y que uno lo puede observar en medio de la estepa
patagónica los círculos que solamente con riego producen forraje de
primerísima calidad. Y tenemos también agua en la Patagonia (…) Esto nos
da la idea de que el elemento vital: agua, nos va a permitir extender
la frontera agropecuaria”, dijo la presidenta en su discurso del 15 de
junio en New York frente a representantes de grandes empresas, entre
ellos, Monsanto, Cargill y la Barrick Gold, quienes tienen grandes
negocios en el país. Fue una clara invitación a invertir aún más en el
país. Un vaso de agua no se le niega a nadie, dicen por ahí.
“La inversión de Monsanto es importantísima también y va a ayudar a la
concreción de nuestro plan, tanto agroalimentario 20-20, como nuestro
plan también industrial. Y me decía hoy su titular que les había
impresionado mucho el apoyo que nuestro Gobierno estaba dando a la
ciencia y a la tecnología. Tengan ustedes la certeza que vamos a seguir
en la misma línea”, continuó la presidenta en relación a la inversión de
la empresa en la nueva planta a instalarse en Córdoba. Honestidad
brutal.
Monsanto invade Malvinas
La localidad
cordobesa de Malvinas Argentinas fue el lugar elegido para instalar una
de las plantas más grandes del mundo que pasará a producir un nuevo maíz
que será resistente al glifosato y a un segundo herbicida: el
glufosinato. “El nuevo mutante de maíz no sólo genera un veneno, sino
que sintetiza tres venenos diferentes, que se secretan todo el tiempo.
El nuevo maíz, si aún se le puede llamar así, es capaz de matar todo
tipo de orugas y gusanos de mariposas que traten de anidar en sus
chalas, hojas o espigas, y ahora
también es capaz de exterminar a las
temibles vaquitas de San Antonio, un coleóptero que suele anidar en su
raíz”, expone en un informe la Red Universitaria de Ambiente y Salud –
Médicos de Pueblos Fumigados.
Además afirman que por ser un
híbrido, nadie podrá guardarlo para volver a sembrarlo: ya no vuelve a
crecer, inevitablemente contaminará genéticamente a otros maíces vecinos
y las empresas multinacionales cobrarán derechos de propiedad genéticas
a los productores. “Ya nada será como antes. El maíz en poco tiempo no
podrá convertirse en mazamorra o un buen locro, este es un maíz pensado
para forraje de animales o principalmente para biocombustible”, advierte
el informe. Además afirman que
este maíz “es una verdadera amenaza a la
salud humana y al ambiente general”.
Malvinas Argentinas está
a pocos kilómetros del barrio Ituzaingó Anexo, d
esde el cual se logró
un fallo histórico gracias a la lucha de las heroicas Madres que se
enfrentaron a un modelo que atenta contra la vida. Mientras se
desarrollaba el juicio, la presidenta se mostraba orgullosa por la nueva
inversión: “
Hace unos instantes estuve con Monsanto, que nos anunciaba
una inversión muy importante en materia de maíz (…) Y además estaban muy
contentos porque Argentina hoy está –digamos– a la vanguardia en
materia de eventos biotecnológicos”.
La provincia de Córdoba
es otro gran ejemplo de cómo funciona el modelo.
Gracias a la lucha de
las Madres de Ituzaingó y a la resistencia a la instalación de esta
nueva planta, fue que la convocatoria para repudiar a Monsanto en
Córdoba fuera una de las más notorias y convocantes del país: se
reunieron alrededor de 8 mil personas. A pesar de la masividad de la
marcha, tampoco tuvo cobertura de los grandes medios.
Los dueños de las semillas
En el marco de la presentación de una nueva semilla de Monsanto, la
soja Intacta RR2 Pro, el transgénico número 27 aprobado desde 1996,
el
ministro de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación, Norberto Yauhar
anunció que enviará al Congreso una nueva Ley de Semillas, que no se
actualiza desde 1973. La nueva ley limitará el “Uso Propio”, que hoy
habilita a que muchos productores puedan guardar una parte de sus
semillas para la próxima cosecha, y contempla el pago de regalías por el
uso de semillas patentadas.
“Hemos tomado la decisión de
avanzar en el transcurso de este año en un borrador de una Ley de
Semillas como corresponde a un país que pretende ser líder en la
producción de alimentos,
buscamos proteger la propiedad intelectual del
proceso de desarrollo”, dijo Yauhar. El gran ganador, nuevamente, es
Monsanto.
Esto es indignante: las corporaciones obtuvieron sus primeros
capitales robando el conocimiento sobre las semillas que construyeron
por siglos los pueblos originarios. Y ahora quienes usen sus semillas,
obligados ya que se restringirá el “uso propio”, deberán pagar las
regalías. Negocio redondo para las multinacionales y para el Estado que
recaudará más en materia de retenciones por los nuevos rindes de estos
transgénicos.
"Quien controla las semillas controla la comida y quien controla la comida, controla la vida"
El mundo entero se paró para decir basta a Monsanto. Una empresa que
unos 50 años atrás creó el “agente naranja” para fumigar a la población
en Vietnam y que provocó la muerte de 400 mil personas, la pérdida de
cultivos y de miles de hectáreas de bosques, que es repudiada y
denunciada en todo el mundo por contaminar, corromper, esconder pruebas,
introducir sus semillas a la fuerza y miles de atrocidades que rellenan
un frondoso prontuario. Entre los productos que tiene desparramados en
unos 60 países se encuentran los PCB;
el Aspartamo; las hormonas de
crecimiento (rBGH) para aumentar la producción de leche, vinculada
directamente con los canceres de próstata, de mama y de útero y que
además provoca que los jóvenes sean púberes anteriormente; herbicidas;
y
los organismos modificados genéticamente (OMG) que están en casi la
totalidad de los alimentos y que no son etiquetados. Monsanto es un
modelo, no una simple empresa multinacional. Que quede claro que no es
la única.
“Un modelo donde las enfermedades y los enfermos son
ocultados, los gobernantes, jueces, académicos y periodistas son
comprados o amenazados, donde los pueblos son fumigados o desplazados
por el monocultivo y donde las tierras, el agua y el aire quedan
contaminados e inútiles”, como bien lo describen desde Millones contra
Monsanto. De más está decir que quienes se enfrentan a este modelo
terminan en grandes campañas de desprestigio.
Es una nueva
etapa, el mundo entero debe despertar. Se necesitan cada vez más
campañas para concientizar y acercar a la gente a que reconozca la
gravedad de la situación alimentaria mundial para contrarrestar la
desinformación que existe gracias a la complicidad política y mediática
que tiene claros, y grandes, intereses. Las semillas no pueden ni deben
tener dueños. Monsanto es un monstruo que crece a pasos agigantados. El
17S fue un buen comienzo y una gota de esperanza pero la lucha debe
continuar. La lucha es por la soberanía alimentaria, pero mundial. No se
trata de un país. La lógica es perversa y cierra un círculo perfecto.
Esa lógica es la que se debe extirpar. Porque como dice Marie-Monique
Robin: "Quien controla las semillas controla la comida y quien controla
la comida, controla la vida”.
Por Fabián Chiaramello para
Rebelion.org