Luego de las movilizaciones en todo el mundo contra Monsanto el pasado 17S, en Argentina se prepara el 2D.
“Te guste o no, es probable que Monsanto haya contaminado la comida que comiste hoy con sus productos químicos y organismos genéticamente modificados (OMG). Monsanto controla gran parte del suministro mundial de alimentos”. De esta forma invitan desde el sitio Occupy Monsanto a tomar medidas en todo el mundo contra la multinacional proveedora de productos para la agricultura, fuente de críticas y denuncias a lo largo y ancho del planeta. En ese marco, el pasado 17 de septiembre en todo el mundo se realizaron movilizaciones para denunciar a la “serial killer multinacional”, como denominó Eduardo Galeano a Monsanto.
“Te guste o no, es probable que Monsanto haya contaminado la comida que comiste hoy con sus productos químicos y organismos genéticamente modificados (OMG). Monsanto controla gran parte del suministro mundial de alimentos”. De esta forma invitan desde el sitio Occupy Monsanto a tomar medidas en todo el mundo contra la multinacional proveedora de productos para la agricultura, fuente de críticas y denuncias a lo largo y ancho del planeta. En ese marco, el pasado 17 de septiembre en todo el mundo se realizaron movilizaciones para denunciar a la “serial killer multinacional”, como denominó Eduardo Galeano a Monsanto.
La fecha
fue elegida desde el movimiento Occupy Monsanto, de Estados Unidos,
donde la empresa tiene su mayor número de sedes. En los demás países en
los que se hizo oír el repudio fueron convocados por organizaciones
sociales, movimientos campesinos, partidos políticos, ciudadanos
preocupados por la salud, activistas de la vida. El 17S reunió a miles
de personas en las principales ciudades de Estados Unidos, Argentina,
Paraguay (donde se relaciona a la empresa directamente con la
destitución de Fernando Lugo), Canadá, Alemania, Filipinas, Ecuador,
Brasil, Perú, Japón, España, India, Polonia, entre otros.
Las redes sociales jugaron un papel muy importante. Jimena Romero, integrante del colectivo Millones contra Monsanto, uno de los que realizó la convocatoria a través de Facebook en Argentina y que reunió a miles de personas en más de diez ciudades del país, contó cómo lograron la difusión del evento a través de las redes sociales: “Millones contra Monsanto es parte de una movida mundial que empieza con Occupy Monsanto y que en Argentina comenzó recién en septiembre. A partir de los anuncios de la nueva planta en Córdoba, el juicio histórico de las Madres de Ituzaingó y todo el conocimiento que se empezó a tomar sobre lo que era la empresa en Latinoamérica logró mucha repercusión y fue muy importante la convocatoria. Empezamos a trabajar dos meses antes, pero se fue organizando sola. Fue espontánea a través de las redes sociales, se fueron organizando diferentes colectivos, ambientalistas, asambleas, personas. Desde partidos políticos como Proyecto Sur en Chaco, o en Bahía Blanca donde lo organizó un fotógrafo con una importante puesta en escena”.
Rosario no fue la excepción y así fue que el Monumento a la Bandera abrigó a varias decenas de personas que se acercaron a repudiar el “comportamiento criminal” de la multinacional, como define su accionar la periodista francesa Marie-Monique Robin, autora del libro y documental “El mundo según Monsanto”. Dieron su presente el colectivo Paren de Fumigar, Conciencia Solidaria, organizaciones estudiantiles, ambientalistas y ciudadanos conscientes del poder de esta empresa. La convocatoria no fue masiva como sí lo fue en otras ciudades, como Córdoba, a pesar de la cercanía con el problema. La provincia de Santa Fe es un claro ejemplo de la sojización, el uso de agrotóxicos y los problemas que derivan de su uso. Una de las razones fue la “falta de organización”, según dijeron algunos autoconvocados a metros del río Paraná. Lo cierto es que muy pocas personas tienen conocimiento acerca de qué es Monsanto y por qué se la debe expulsar “del mundo”, como rezaban algunas pancartas. En el Monumento a la Bandera no hubo una sola cámara, un micrófono o una voz de algún medio masivo, sólo medios alternativos. Los medios de comunicación son cómplices del silencio. Mucho se habló durante esas semanas de los cacerolazos. Diarios, programas de televisión, radios, redes sociales, no hacían otra cosa que mostrar de un lado y de otro si eran legítimos los reclamos o sólo un grupo de desestabilizadores. Un doble relato, simple, al que nos tienen acostumbrados los medios. Pero de las movilizaciones contra Monsanto ni una palabra. Como también nos tienen acostumbrados cuando se trata de este tipo de reclamos. Ni a los medios oficialistas, ni a los opositores les conviene hablar. Son los que se benefician con estas políticas, y ahí hay consenso.
Desde Millones contra Monsanto afirman que este accionar “era previsible”, ya que los medios afines al gobierno no lo muestran por obvias razones: “Están cerrando negocios que le permitirán financiar parte de la inminente crisis, aunque es un suicidio parar la crisis así, porque lo que se hace es hipotecar a las próximas generaciones y enfermar a la actual”. Por otro lado, los medios opositores son los que “en su mayoría, tienen intereses creados con los agronegocios”.
Nuevamente, frente a las oficinas de Monsanto, en la Plaza San Martín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, se reunirán en repudio al accionar criminal de la empresa, al uso de agrotóxicos y para repudiar el proyecto para una nueva ley de semillas, que ya se conoce como “Ley Monsanto”. Además habrá música en vivo, talleres, charlas, ferias, intercambio de semillas, murales, fotos, stands de asambleas y proyecciones.
La iniciativa fue bien recibida y ya se organizaron varias ciudades principales del país para repetir la convocatoria que, además, tiene como objetivo concientizar, visibilizar y acercarle la problemática a muchas personas que desconoces de qué se habla, cuando se habla de Monsanto.
En otro informe también realizado por Darío Aranda se puede ver como creció el cultivo de la soja: desde 1996 el área sembrada aumentó en 25 millones de hectáreas en 14 años. En 1991 se sembraron 5 millones de hectáreas son soja, en 2010 fueron 19 millones.
En septiembre de 2011, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner presentaba en Tecnópolis el Plan Estratégico Agroalimentario, un programa detallado de metas gestado por el gobierno nacional, las provincias, empresas y académicos que se fija como objetivo, entre otros puntos, aumentar un 60 por ciento la producción granaria: pasar de las 100 millones de toneladas, la mitad es soja, a 160 millones para 2020. Lo que no dijo la presidenta cuando presentó con orgullo las metas que “impulsarán al país como potencia alimentaria” es quiénes pierden. Para lograr ese crecimiento productivo se debe usar cada vez más tecnología: organismos modificados genéticamente, más herbicidas, insecticidas, agrotóxicos. Y además correr la frontera agropecuaria aún más, avanzar sobre nuevos territorios. Como siempre, para esto, quienes pierden son los campesinos e indígenas que aún resisten a un modelo feroz. Como consecuencia también se sigue con los desmontes.
“Yo le comentaba –y la gente de Monsanto no lo sabía– que tenemos una Patagonia, en la cual algún productor argentino tiene producción, por ejemplo, forrajera y que uno lo puede observar en medio de la estepa patagónica los círculos que solamente con riego producen forraje de primerísima calidad. Y tenemos también agua en la Patagonia (…) Esto nos da la idea de que el elemento vital: agua, nos va a permitir extender la frontera agropecuaria”, dijo la presidenta en su discurso del 15 de junio en New York frente a representantes de grandes empresas, entre ellos, Monsanto, Cargill y la Barrick Gold, quienes tienen grandes negocios en el país. Fue una clara invitación a invertir aún más en el país. Un vaso de agua no se le niega a nadie, dicen por ahí.
“La inversión de Monsanto es importantísima también y va a ayudar a la concreción de nuestro plan, tanto agroalimentario 20-20, como nuestro plan también industrial. Y me decía hoy su titular que les había impresionado mucho el apoyo que nuestro Gobierno estaba dando a la ciencia y a la tecnología. Tengan ustedes la certeza que vamos a seguir en la misma línea”, continuó la presidenta en relación a la inversión de la empresa en la nueva planta a instalarse en Córdoba. Honestidad brutal.
Además afirman que por ser un híbrido, nadie podrá guardarlo para volver a sembrarlo: ya no vuelve a crecer, inevitablemente contaminará genéticamente a otros maíces vecinos y las empresas multinacionales cobrarán derechos de propiedad genéticas a los productores. “Ya nada será como antes. El maíz en poco tiempo no podrá convertirse en mazamorra o un buen locro, este es un maíz pensado para forraje de animales o principalmente para biocombustible”, advierte el informe. Además afirman que este maíz “es una verdadera amenaza a la salud humana y al ambiente general”.
Malvinas Argentinas está a pocos kilómetros del barrio Ituzaingó Anexo, desde el cual se logró un fallo histórico gracias a la lucha de las heroicas Madres que se enfrentaron a un modelo que atenta contra la vida. Mientras se desarrollaba el juicio, la presidenta se mostraba orgullosa por la nueva inversión: “Hace unos instantes estuve con Monsanto, que nos anunciaba una inversión muy importante en materia de maíz (…) Y además estaban muy contentos porque Argentina hoy está –digamos– a la vanguardia en materia de eventos biotecnológicos”.
La provincia de Córdoba es otro gran ejemplo de cómo funciona el modelo. Gracias a la lucha de las Madres de Ituzaingó y a la resistencia a la instalación de esta nueva planta, fue que la convocatoria para repudiar a Monsanto en Córdoba fuera una de las más notorias y convocantes del país: se reunieron alrededor de 8 mil personas. A pesar de la masividad de la marcha, tampoco tuvo cobertura de los grandes medios.
“Hemos tomado la decisión de avanzar en el transcurso de este año en un borrador de una Ley de Semillas como corresponde a un país que pretende ser líder en la producción de alimentos, buscamos proteger la propiedad intelectual del proceso de desarrollo”, dijo Yauhar. El gran ganador, nuevamente, es Monsanto. Esto es indignante: las corporaciones obtuvieron sus primeros capitales robando el conocimiento sobre las semillas que construyeron por siglos los pueblos originarios. Y ahora quienes usen sus semillas, obligados ya que se restringirá el “uso propio”, deberán pagar las regalías. Negocio redondo para las multinacionales y para el Estado que recaudará más en materia de retenciones por los nuevos rindes de estos transgénicos.
El mundo entero se paró para decir basta a Monsanto. Una empresa que unos 50 años atrás creó el “agente naranja” para fumigar a la población en Vietnam y que provocó la muerte de 400 mil personas, la pérdida de cultivos y de miles de hectáreas de bosques, que es repudiada y denunciada en todo el mundo por contaminar, corromper, esconder pruebas, introducir sus semillas a la fuerza y miles de atrocidades que rellenan un frondoso prontuario. Entre los productos que tiene desparramados en unos 60 países se encuentran los PCB; el Aspartamo; las hormonas de crecimiento (rBGH) para aumentar la producción de leche, vinculada directamente con los canceres de próstata, de mama y de útero y que además provoca que los jóvenes sean púberes anteriormente; herbicidas; y los organismos modificados genéticamente (OMG) que están en casi la totalidad de los alimentos y que no son etiquetados. Monsanto es un modelo, no una simple empresa multinacional. Que quede claro que no es la única.
“Un modelo donde las enfermedades y los enfermos son ocultados, los gobernantes, jueces, académicos y periodistas son comprados o amenazados, donde los pueblos son fumigados o desplazados por el monocultivo y donde las tierras, el agua y el aire quedan contaminados e inútiles”, como bien lo describen desde Millones contra Monsanto. De más está decir que quienes se enfrentan a este modelo terminan en grandes campañas de desprestigio.
Es una nueva etapa, el mundo entero debe despertar. Se necesitan cada vez más campañas para concientizar y acercar a la gente a que reconozca la gravedad de la situación alimentaria mundial para contrarrestar la desinformación que existe gracias a la complicidad política y mediática que tiene claros, y grandes, intereses. Las semillas no pueden ni deben tener dueños. Monsanto es un monstruo que crece a pasos agigantados. El 17S fue un buen comienzo y una gota de esperanza pero la lucha debe continuar. La lucha es por la soberanía alimentaria, pero mundial. No se trata de un país. La lógica es perversa y cierra un círculo perfecto. Esa lógica es la que se debe extirpar. Porque como dice Marie-Monique Robin: "Quien controla las semillas controla la comida y quien controla la comida, controla la vida”.
Por Fabián Chiaramello para Rebelion.org
Las redes sociales jugaron un papel muy importante. Jimena Romero, integrante del colectivo Millones contra Monsanto, uno de los que realizó la convocatoria a través de Facebook en Argentina y que reunió a miles de personas en más de diez ciudades del país, contó cómo lograron la difusión del evento a través de las redes sociales: “Millones contra Monsanto es parte de una movida mundial que empieza con Occupy Monsanto y que en Argentina comenzó recién en septiembre. A partir de los anuncios de la nueva planta en Córdoba, el juicio histórico de las Madres de Ituzaingó y todo el conocimiento que se empezó a tomar sobre lo que era la empresa en Latinoamérica logró mucha repercusión y fue muy importante la convocatoria. Empezamos a trabajar dos meses antes, pero se fue organizando sola. Fue espontánea a través de las redes sociales, se fueron organizando diferentes colectivos, ambientalistas, asambleas, personas. Desde partidos políticos como Proyecto Sur en Chaco, o en Bahía Blanca donde lo organizó un fotógrafo con una importante puesta en escena”.
Rosario no fue la excepción y así fue que el Monumento a la Bandera abrigó a varias decenas de personas que se acercaron a repudiar el “comportamiento criminal” de la multinacional, como define su accionar la periodista francesa Marie-Monique Robin, autora del libro y documental “El mundo según Monsanto”. Dieron su presente el colectivo Paren de Fumigar, Conciencia Solidaria, organizaciones estudiantiles, ambientalistas y ciudadanos conscientes del poder de esta empresa. La convocatoria no fue masiva como sí lo fue en otras ciudades, como Córdoba, a pesar de la cercanía con el problema. La provincia de Santa Fe es un claro ejemplo de la sojización, el uso de agrotóxicos y los problemas que derivan de su uso. Una de las razones fue la “falta de organización”, según dijeron algunos autoconvocados a metros del río Paraná. Lo cierto es que muy pocas personas tienen conocimiento acerca de qué es Monsanto y por qué se la debe expulsar “del mundo”, como rezaban algunas pancartas. En el Monumento a la Bandera no hubo una sola cámara, un micrófono o una voz de algún medio masivo, sólo medios alternativos. Los medios de comunicación son cómplices del silencio. Mucho se habló durante esas semanas de los cacerolazos. Diarios, programas de televisión, radios, redes sociales, no hacían otra cosa que mostrar de un lado y de otro si eran legítimos los reclamos o sólo un grupo de desestabilizadores. Un doble relato, simple, al que nos tienen acostumbrados los medios. Pero de las movilizaciones contra Monsanto ni una palabra. Como también nos tienen acostumbrados cuando se trata de este tipo de reclamos. Ni a los medios oficialistas, ni a los opositores les conviene hablar. Son los que se benefician con estas políticas, y ahí hay consenso.
Desde Millones contra Monsanto afirman que este accionar “era previsible”, ya que los medios afines al gobierno no lo muestran por obvias razones: “Están cerrando negocios que le permitirán financiar parte de la inminente crisis, aunque es un suicidio parar la crisis así, porque lo que se hace es hipotecar a las próximas generaciones y enfermar a la actual”. Por otro lado, los medios opositores son los que “en su mayoría, tienen intereses creados con los agronegocios”.
Acciones programadas para diciembre
A través de las redes sociales, Millones contra Monsanto lanzó una
convocatoria: organizar un “mega evento” para decir “Fuera Monsanto”
para diciembre. La fecha elegida para la convocatoria argentina en
Buenos Aires fue el 2D.Nuevamente, frente a las oficinas de Monsanto, en la Plaza San Martín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, se reunirán en repudio al accionar criminal de la empresa, al uso de agrotóxicos y para repudiar el proyecto para una nueva ley de semillas, que ya se conoce como “Ley Monsanto”. Además habrá música en vivo, talleres, charlas, ferias, intercambio de semillas, murales, fotos, stands de asambleas y proyecciones.
La iniciativa fue bien recibida y ya se organizaron varias ciudades principales del país para repetir la convocatoria que, además, tiene como objetivo concientizar, visibilizar y acercarle la problemática a muchas personas que desconoces de qué se habla, cuando se habla de Monsanto.
La firma: el comienzo del mal
El lunes 25 de marzo de 1996 se aprobó el expediente que iba a
modificar radicalmente la estructura agropecuaria de Argentina. Luego de
un trámite que sólo llevó 81 días, el secretario de Agricultura Felipe
Solá firmó la resolución 167 que autorizó la producción y
comercialización de la soja transgénica, con uso de glifosato. El
expediente tiene apenas 136 folios, de los cuales 108 pertenecen a
informes presentados por la misma multinacional estadounidense. “Ese
trabajo está en inglés y en el apuro por llegar a una decisión
predeterminada, la Secretaría de Agricultura ni siquiera dispuso su
traducción al castellano. Se titula ‘Safety, Compositional, and
Nutricional Aspects of Glyphosayte-tolerant Soybeans’ y ocupa del folio 2
al 110 del expediente. Solá se apresuró a firmar la autorización el
mismo día en que los organismos técnicos plantearon serias dudas acerca
de sus efectos sobre la salud y solicitaron informes sobre el estado de
las autorizaciones en Europa”, relató Horacio Verbitsky en una nota de
Página/12 hace unos años. El periodista Darío Aranda realizó
un informe 15 años después de que se aprobara el uso de la soja RR y de
su acompañante: el Roundup, producto a base de glifosato. Científicos de
distintas disciplinas tuvieron la posibilidad de leer el expediente y
estudiar las pruebas sobre la supuesta inocuidad del cultivo. “De la
lectura se confirma que la autorización carece de estudios sobre efectos
en humanos y ambiente, la información es incompleta y tendenciosa, y
cuestionaron que el Estado argentino no haya realizado investigaciones
propias y tomara como propios los informes presentados por la parte
interesada (la empresa Monsanto)”, afirmó Aranda. En otro informe también realizado por Darío Aranda se puede ver como creció el cultivo de la soja: desde 1996 el área sembrada aumentó en 25 millones de hectáreas en 14 años. En 1991 se sembraron 5 millones de hectáreas son soja, en 2010 fueron 19 millones.
Plan Estratégico Agroalimentario (PEA 2020)
En septiembre de 2011, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner presentaba en Tecnópolis el Plan Estratégico Agroalimentario, un programa detallado de metas gestado por el gobierno nacional, las provincias, empresas y académicos que se fija como objetivo, entre otros puntos, aumentar un 60 por ciento la producción granaria: pasar de las 100 millones de toneladas, la mitad es soja, a 160 millones para 2020. Lo que no dijo la presidenta cuando presentó con orgullo las metas que “impulsarán al país como potencia alimentaria” es quiénes pierden. Para lograr ese crecimiento productivo se debe usar cada vez más tecnología: organismos modificados genéticamente, más herbicidas, insecticidas, agrotóxicos. Y además correr la frontera agropecuaria aún más, avanzar sobre nuevos territorios. Como siempre, para esto, quienes pierden son los campesinos e indígenas que aún resisten a un modelo feroz. Como consecuencia también se sigue con los desmontes.
“Yo le comentaba –y la gente de Monsanto no lo sabía– que tenemos una Patagonia, en la cual algún productor argentino tiene producción, por ejemplo, forrajera y que uno lo puede observar en medio de la estepa patagónica los círculos que solamente con riego producen forraje de primerísima calidad. Y tenemos también agua en la Patagonia (…) Esto nos da la idea de que el elemento vital: agua, nos va a permitir extender la frontera agropecuaria”, dijo la presidenta en su discurso del 15 de junio en New York frente a representantes de grandes empresas, entre ellos, Monsanto, Cargill y la Barrick Gold, quienes tienen grandes negocios en el país. Fue una clara invitación a invertir aún más en el país. Un vaso de agua no se le niega a nadie, dicen por ahí.
“La inversión de Monsanto es importantísima también y va a ayudar a la concreción de nuestro plan, tanto agroalimentario 20-20, como nuestro plan también industrial. Y me decía hoy su titular que les había impresionado mucho el apoyo que nuestro Gobierno estaba dando a la ciencia y a la tecnología. Tengan ustedes la certeza que vamos a seguir en la misma línea”, continuó la presidenta en relación a la inversión de la empresa en la nueva planta a instalarse en Córdoba. Honestidad brutal.
Monsanto invade Malvinas
La localidad
cordobesa de Malvinas Argentinas fue el lugar elegido para instalar una
de las plantas más grandes del mundo que pasará a producir un nuevo maíz
que será resistente al glifosato y a un segundo herbicida: el
glufosinato. “El nuevo mutante de maíz no sólo genera un veneno, sino
que sintetiza tres venenos diferentes, que se secretan todo el tiempo.
El nuevo maíz, si aún se le puede llamar así, es capaz de matar todo
tipo de orugas y gusanos de mariposas que traten de anidar en sus
chalas, hojas o espigas, y ahora también es capaz de exterminar a las
temibles vaquitas de San Antonio, un coleóptero que suele anidar en su
raíz”, expone en un informe la Red Universitaria de Ambiente y Salud –
Médicos de Pueblos Fumigados. Además afirman que por ser un híbrido, nadie podrá guardarlo para volver a sembrarlo: ya no vuelve a crecer, inevitablemente contaminará genéticamente a otros maíces vecinos y las empresas multinacionales cobrarán derechos de propiedad genéticas a los productores. “Ya nada será como antes. El maíz en poco tiempo no podrá convertirse en mazamorra o un buen locro, este es un maíz pensado para forraje de animales o principalmente para biocombustible”, advierte el informe. Además afirman que este maíz “es una verdadera amenaza a la salud humana y al ambiente general”.
Malvinas Argentinas está a pocos kilómetros del barrio Ituzaingó Anexo, desde el cual se logró un fallo histórico gracias a la lucha de las heroicas Madres que se enfrentaron a un modelo que atenta contra la vida. Mientras se desarrollaba el juicio, la presidenta se mostraba orgullosa por la nueva inversión: “Hace unos instantes estuve con Monsanto, que nos anunciaba una inversión muy importante en materia de maíz (…) Y además estaban muy contentos porque Argentina hoy está –digamos– a la vanguardia en materia de eventos biotecnológicos”.
La provincia de Córdoba es otro gran ejemplo de cómo funciona el modelo. Gracias a la lucha de las Madres de Ituzaingó y a la resistencia a la instalación de esta nueva planta, fue que la convocatoria para repudiar a Monsanto en Córdoba fuera una de las más notorias y convocantes del país: se reunieron alrededor de 8 mil personas. A pesar de la masividad de la marcha, tampoco tuvo cobertura de los grandes medios.
Los dueños de las semillas
En el marco de la presentación de una nueva semilla de Monsanto, la
soja Intacta RR2 Pro, el transgénico número 27 aprobado desde 1996, el
ministro de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación, Norberto Yauhar
anunció que enviará al Congreso una nueva Ley de Semillas, que no se
actualiza desde 1973. La nueva ley limitará el “Uso Propio”, que hoy
habilita a que muchos productores puedan guardar una parte de sus
semillas para la próxima cosecha, y contempla el pago de regalías por el
uso de semillas patentadas. “Hemos tomado la decisión de avanzar en el transcurso de este año en un borrador de una Ley de Semillas como corresponde a un país que pretende ser líder en la producción de alimentos, buscamos proteger la propiedad intelectual del proceso de desarrollo”, dijo Yauhar. El gran ganador, nuevamente, es Monsanto. Esto es indignante: las corporaciones obtuvieron sus primeros capitales robando el conocimiento sobre las semillas que construyeron por siglos los pueblos originarios. Y ahora quienes usen sus semillas, obligados ya que se restringirá el “uso propio”, deberán pagar las regalías. Negocio redondo para las multinacionales y para el Estado que recaudará más en materia de retenciones por los nuevos rindes de estos transgénicos.
"Quien controla las semillas controla la comida y quien controla la comida, controla la vida"
El mundo entero se paró para decir basta a Monsanto. Una empresa que unos 50 años atrás creó el “agente naranja” para fumigar a la población en Vietnam y que provocó la muerte de 400 mil personas, la pérdida de cultivos y de miles de hectáreas de bosques, que es repudiada y denunciada en todo el mundo por contaminar, corromper, esconder pruebas, introducir sus semillas a la fuerza y miles de atrocidades que rellenan un frondoso prontuario. Entre los productos que tiene desparramados en unos 60 países se encuentran los PCB; el Aspartamo; las hormonas de crecimiento (rBGH) para aumentar la producción de leche, vinculada directamente con los canceres de próstata, de mama y de útero y que además provoca que los jóvenes sean púberes anteriormente; herbicidas; y los organismos modificados genéticamente (OMG) que están en casi la totalidad de los alimentos y que no son etiquetados. Monsanto es un modelo, no una simple empresa multinacional. Que quede claro que no es la única.
“Un modelo donde las enfermedades y los enfermos son ocultados, los gobernantes, jueces, académicos y periodistas son comprados o amenazados, donde los pueblos son fumigados o desplazados por el monocultivo y donde las tierras, el agua y el aire quedan contaminados e inútiles”, como bien lo describen desde Millones contra Monsanto. De más está decir que quienes se enfrentan a este modelo terminan en grandes campañas de desprestigio.
Es una nueva etapa, el mundo entero debe despertar. Se necesitan cada vez más campañas para concientizar y acercar a la gente a que reconozca la gravedad de la situación alimentaria mundial para contrarrestar la desinformación que existe gracias a la complicidad política y mediática que tiene claros, y grandes, intereses. Las semillas no pueden ni deben tener dueños. Monsanto es un monstruo que crece a pasos agigantados. El 17S fue un buen comienzo y una gota de esperanza pero la lucha debe continuar. La lucha es por la soberanía alimentaria, pero mundial. No se trata de un país. La lógica es perversa y cierra un círculo perfecto. Esa lógica es la que se debe extirpar. Porque como dice Marie-Monique Robin: "Quien controla las semillas controla la comida y quien controla la comida, controla la vida”.
Por Fabián Chiaramello para Rebelion.org